Todo empieza con un sonido inofensivo: clic, se abre la puerta del portal. Rodarrrr, una maleta atraviesa el pasillo a medianoche. Y entonces, en la mente del vecino insomne del tercero, una alarma invisible se dispara: ya está, otro Airbnb.
Detrás de cada apartamento turístico hay más que un colchón bien valorado en Booking. Hay normas que se estiran como chicle, derechos comunitarios con fecha de caducidad, y una convivencia que, de repente, se parece más a un check-in constante que a una vida en común. ¿Pueden coexistir sin drama? Depende. Y aquí empieza la tragicomedia.
El apartamento turístico: ni hotel, ni hogar… ¿entonces qué?
Un apartamento turístico es como ese amigo que dice “solo me quedo una noche” y termina usando tu albornoz favorito. No es un hotel, aunque lo parezca. No es un hogar, aunque ocupe uno. Se aloja brevemente, pero deja huella.
Lo gestionan plataformas como Airbnb, Vrbo o Booking, y puede parecer un modelo de negocio moderno y flexible. Lo es. Pero también puede ser una fuente de conflictos tan vieja como el ruido del vecino que arrastra muebles a las tres de la mañana.
Dinero vs. descanso: el conflicto está servido
Para algunos propietarios, alquilar por días es una jugada maestra: rentabilidad alta, ocupación fácil, y turistas felices que nunca se quejan de las juntas de vecinos. Pero para quienes viven allí todo el año, cada nuevo huésped puede ser un extraño con código de acceso pero sin código de conducta.
El debate no es nuevo: libertad individual contra bienestar colectivo. O como diría un clásico, tu derecho a alquilar acaba donde empieza la siesta del vecino.
Legalidad a la carta (autonómica)
La ley, como buen menú regional, varía según la comunidad autónoma. En unas se exige licencia, en otras basta con notificar. Pero más allá de lo que dicte el BOE o el DOGC, la comunidad de propietarios tiene su propio menú: los estatutos.
Y aquí viene el giro: sí, una comunidad puede decir “no” al turismo. Pero necesita una mayoría de tres quintas partes. Ni unanimidad ni sorteo: mayoría cualificada. Democracia en bata y zapatillas.
Motivos de conflicto: más allá del ruido
Creer que el problema es solo el ruido es como pensar que el Titanic se hundió por una gotera. Veamos el iceberg completo:
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Rotación constante: caras nuevas cada dos días. Y ninguna saluda en el ascensor.
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Zonas comunes colapsadas: más que una comunidad, parece un aeropuerto low cost.
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Seguridad en entredicho: puertas abiertas, llaves compartidas, y esa sospecha constante de que el que entra no vive ahí.
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Basura fuera de horario: porque claro, ¿quién separa residuos en vacaciones?
Todo esto puede convertir un edificio tranquilo en una versión urbana de Benidorm en agosto. Sin playa, claro.
El propietario responsable: ¿especie en extinción?
No necesariamente. Algunos propietarios sí se toman en serio su papel. Antes de lanzarse al alquiler turístico, revisan estatutos, leyes y consultan con profesionales como los de GD Fincas. Porque, aunque suene exagerado, un buen Administrador de Fincas es el traductor entre el idioma legal y el ruido del descansillo.
¿Qué puede hacer la comunidad?
Organizarse. Lo que parece una rebelión de vecinos con escobas puede ser, en realidad, un proceso legal y ordenado:
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Junta de propietarios.
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Votación con la mayoría necesaria.
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Cambio de estatutos.
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Inscripción en el Registro de la Propiedad.
Y voilà: el edificio recupera su identidad, como quien borra su perfil de Tinder tras una mala racha.
¿Es posible la paz?
Sí. Pero requiere algo que escasea tanto como el silencio en Nochevieja: voluntad mutua.
Los propietarios deben entender que gestionar un piso turístico no es solo abrir la puerta y esperar reseñas de cinco estrellas. Y la comunidad debe distinguir entre quien alquila con responsabilidad y quien convierte el edificio en una torre de Babel ruidosa y descontrolada.
¿ Que hacemos ?: una tregua entre maletas
Los apartamentos turísticos no son el diablo, pero tampoco los salvadores de la economía doméstica. Son una realidad ambigua, como casi todo lo que importa. Y como tal, hay que aprender a vivir con ella.
Porque convivir no es tolerar sin más. Es acordar, regular, comunicarse y, a veces, ceder. Y en esa fina línea entre la libertad del propietario y la paz del vecindario, se juega el futuro de muchas comunidades.
Así que si tienes dudas, no esperes a que las llaves caigan del cielo. Consulta con expertos, convoca una junta y, sobre todo, no subestimes el poder del timbre a las 2 de la mañana.
¿Tienes dudas sobre cómo manejar los apartamentos turísticos en tu comunidad? ¿Necesitas ayuda para convocar una junta o revisar los estatutos?
En GD Fincas podemos ayudarte a tomar las decisiones correctas. Contacta con nosotros y descubre cómo proteger tu comunidad sin complicaciones.